Todos sus pacientes añoraban con verse “normales” y dejar de ser considerados unos fenómenos por la sociedad. Increíble que lucharon por su país y esa fue la respuesta de su gente.
Así eran las cosas con los veteranos de la Primera Guerra Mundial. Miles de militares y personas murieron producto del hecho bélico. Familias enteras quedaron destrozadas por la pérdida de sus seres queridos o por el estado de discapacidad con que volvían del campo de batalla.
Esas eran las marcas de la guerra.
Fue aquí que hace su aparición un ángel hecho mujer quien decidió hacer algo por todos esos hombres que dieron su vida por su patria y regresaron a casa con cicatrices imborrables.
Muchos de ellos sufrieron la amarga respuesta de sus compatriotas quienes los vieron con temor y asco. De allí que la cirugía de la época iniciara estudios y experimentos para lograr reparar esas vidas y dando inicio a lo que se conocería como cirugía estética.
Anna Coleman Ladd se ganó una fama, muy olvidada en estos días por cierto, gracias a su sorprendente habilidad para arreglar las lesiones faciales provocadas por la infame guerra.
Ella era escultora, pero empezó a crear prótesis que intentaban mejorar la calidad de vida de esos soldados. Para lograrlo, tomaba moldes de yeso de cada uno de sus pacientes y, posteriormente, los personalizaba manualmente hasta conseguir la prótesis ideal para cada necesidad.
Te dejamos una muestra de su habilidoso trabajo: