¿Te dan miedo las frías miradas y estáticas expresiones de las muñecas de porcelana o de cualquier otra clase? ¿No podrías dormir junto a una de ellas y, de hecho, ni siquiera puedes mirar una mucho rato sin que te den escalofríos.
Pues resulta que el miedo a las muñecas puede tratarse de uno inculcado por la cultura popular, gracias a cintas como la de Chucky o la tenebrosa Anabelle.
Junto a ello, los mitos que se cuentan sobre estas figuras , que a pesar de tener apariencia tierna nos provocan nervios e incluso pesadillas. Además, escenarios como la Isla de las Muñecas de Xochimilco, donde hay miles de muñecas usadas como amuleto de protección contra un espíritu que merodea la zona.
Cuando el nerviosismo y el miedo pasan a ser algo más paralizantes, podría incluso tratarse de la pediofobia, que es el temor a que las muñecas tengan vida propia y estén fingiendo ser un objeto.
La pediofobia podría derivar en automatonofobia, que es el miedo a las muñecas articuladas o robóticas.
Tal y como decía igmund Freud en su libro “Lo siniestro”: produce desasosiego aquello que está a medio camino entre lo vivo y lo muerto, lo animado y lo inanimado, lo que se siente y lo que no. Todo aquello que, como se conoce actualmente, se encuentra en el valle inquietante.