Antes, cuando eras solo un niño, parecía que tus vacaciones de verano duraban unos 3 años, pero ahora es un poco diferente y los años parecen volar ante nuestros ojos. Y a medida que envejecemos cada año parece ir más y más rápido. Pero ¿por qué sucede eso?
Investigadores aseguran que a medida que envejecemos, experimentamos el tiempo de manera diferente de lo que solíamos. Se cree que nuestra percepción del tiempo comienza a acelerar el paso del tiempo, a consecuencia de la reducción de la producción de dopamina en el cerebro impactando nuestros relojes internos.
Otra realidad es que a medida que envejecemos, tenemos menos experiencias excitantes emocionalmente, como por ejemplo el primer beso, las vacaciones o los primeros días de escuela. Esta reducción en la intensidad emocional nos hace experimentar lo que se llama hipótesis habitual. En pocas palabras: estamos en piloto automático con mucha más frecuencia.
Tenemos una rutina que hace que todo sea monótono, el viaje diario al trabajo, más tráfico, hacer la cena, dormir: los movimientos con la edad adulta, nos llevan a no pensar demasiado y los días vuelan como resultado.
Existe una teoría llamada “forward telescoping” donde consideramos nuestros momentos más importantes, como el paso de nuestros padres, los nacimientos de nuestros hijos, la graduación de la universidad, etc, y al darte cuenta de que tu reunión de la universidad fue hace 10 años, sientes que los últimos años apenas sucedieron.
Por otra parte existe la teoría proporcional de Paul Janet, que afirma que a medida que envejecemos, cada período de tiempo ocupa una fracción más pequeña de toda la vida.
“La longitud aparente de un intervalo en una época determinada de la vida de un hombre es proporcional a la longitud total de la vida misma.”
-William James