La cifra fue informada luego de contabilizar la muerte de los cetáceos en apenas de 10 días. El hecho ocurrió en la Antártica y fueron 333 ballenas asesinadas por balleneros japoneses bajo el pretexto de que es por “fines científicos”.
Hace poco arribaron al puerto de Shimonoseki, al oeste de Japón, tres balleneros con los cadáveres de las ballenas. Así daban por finalizada la temporada de caza anual de cetáceos con fines científicos. Esta práctica se inició cuando en 1986 la caza con fines comerciales fue prohibida.
Así se buscó nuevas formas en desmedro de estos animales y que se pudieran ajustar a los estándares legales. Con ello vino el supuesto “propósito científico” de la caza de los cetáceos y que no han sido transparentados de forma pública, pero que, sin embargo, es aceptado por los distintos gobiernos de los países donde se lleva a cabo esta práctica. Se cree que es para no dañar las relaciones comerciales y diplomáticas con la potencia japonesa.
En 2016, Sea Shepherd Conservation Society publicó un video realizado por trabajadores aduaneros donde se pudo visualizar la forma en que los japoneses cazan a estos animales marinos.
El grupo de conservación marina dejó en evidencia el uso de arpones de grandes dimensiones con las que atrapan a las ballenas y las jalan con violencia haciendo que se desangren en el camino. La imagen con un mar de sangre causó gran revuelo en la comunidad internacional, por lo que se urgió la creación de un santuario marino y la prohibición de estas prácticas que, sin embargo, continúan siendo impunes y ocultadas a la opinión pública.
Un crimen encubierto en pos de la ciencia
Japón había firmado un estatuto que prohibía la caza de ballenas con fines comerciales en conjunto con la Comisión Ballenera Internacional. Sin embargo, se continúa encubriendo la muerte indiscriminada de las ballenas bajo el supuesto de que es por fines científicos. Son muchas las organizaciones internacionales que no dudan que existe un fin claramente comercial detrás de todo esto ya que la carne obtenida es mayoritariamente comercializada al público.
Esto porque existe una gran demanda por productos provenientes de este animal entre los japoneses. Hay una cultura arraigada en ese país de comer carne de ballena cuando se inició la Segunda Guerra Mundial, momento en que era la única fuente de proteína que se podía conseguir más fácilmente.
También han decaído los esfuerzos por enfrentar a estas flotas balleneras sobretodo este año, luego que las organizaciones internacionales pro animales y ambientales se dieran cuenta que sus esfuerzos eran inútiles por intentar frenar la masiva caza de cetáceos. De hecho, en 2017, Sea Shepherd Conservation Society anunció que no existían planes futuros para realizar protestas a mar abierto contra de los balleneros todo por las inexistentes posibilidades de éxito.
De igual forma optó Greenpeace. Tampoco confrontarán a los buques japoneses en alta mar. Más bien dirigirán sus esfuerzos para hacer colapsar la industria ballenera, donde creen que es una opción más real para terminar de raíz con este crimen.
La presión fuera del mar
El director de Greenpeace Chile, Matías Asun, señaló que la organización tampoco confrontarán a los buques japoneses puesto que la clave para detener la caza indiscriminada de ballenas “está dentro de Japón y no en alta mar”.
“Nosotros creemos que la forma más efectiva de terminar con la caza de ballenas en el Océano Austral, es continuar creando oposición dentro de Japón revelando, por ejemplo, el escándalo de que el gobierno otorga subsidios para sostener la industria ballenera, aunque el consumo de carne está en decayendo. Sin este subsidio, la industria ballenera en Japón va a colapsar” indicó.
“El objetivo ahora es cerrar las lagunas legales que ocupan para legitimar la cacería comercial bajo el disfraz de la ciencia”.
Algunos de los procesos que se llevan a cabo hoy en día de parte de Greenpeace es luchar contra la caza de ballenas sin la confrontación directa con los buques, sino más bien presionar a la Comisión Ballenera Internacional (IWC) a mostrar el subsidio que entrega Japón a la industria e identificar otro tipo de prácticas donde se asesinan a estos animales marinos.
“Se está trabajando para presionar a la Comisión Ballenera Internacional (IWC), quien creó la moratoria a la caza comercial de ballenas en 1982, para que cierre las lagunas legales que la industria ballenera utiliza para legitimar la caza comercial con el pretexto de fines científicos” indicó Matías Asun.
“Buscamos realizar un trabajo integrado en Japón junto a otras organizaciones no gubernamentales para sacar a la luz pública el absurdo subsidio a una industria que sigue cazando pero no produce ningún estudio científico. Sin este subsidio, la industria de la caza de ballenas en Japón colapsará”.
“Además, hay que identificar otras amenazas para la vida de las ballenas como es el cambio climático, la acidificación del océano, el peligro que corren con los equipos de pesca y ‘capturas’ accidentales en operaciones pesqueras, donde estimamos mueren hasta 300.000 cetáceos por año. De igual forma, estamos trabajando para establecer y reforzar los santuarios oceánicos importantes para toda la vida marina”.
Greenpeace llama a la ciudadanía a que se ejerza más presión diplomática hacia el gobierno japonés y que éste tome decisiones concretas con respecto al crimen que en la actualidad llevan a cabo absurdamente en nombre de la ciencia.
“De nosotros depende la supervivencia de las especies marinas, los océanos saludables y llenos de vida. Por eso estamos realizando campañas para la creación de santuarios oceánicos. Debemos crear un movimiento global de defensores oceánicos, y ahí es donde debemos participar todos” finalizó.