Si has oído hablar del efecto rebote y nunca has creído que sea real, o si siempre te preguntas por qué las dietas milagrosas no te funcionan, pues tenemos algo de información para ti: tu cerebro lucha contra tu determinación de perder peso. Constantemente.
No es que tu cerebro esté programado para la obesidad, pero este órgano controla todas las funciones vitales de tu cuerpo y siempre intenta tener todo bajo control.
Dicho de otra formal, el cerebro no es un fan de los grandes cambios porque los ve como un problema: por ejemplo, si empiezas a perder muchas calorías de golpe, tu mente creerá que algo anda mal y hay un problema de escasez afuera. Y buscará solucionarlo de varias formas, entre ellas:
Tu cerebro te hará sentir más hambre cuando haces dieta
Es típico que haz comenzado a hacer una dieta bastante restrictiva, pero que no te debería dejar pasar hambre, y al tercer día lo único que pides es comida. Y cuando llegas al quinto día, ves a todo el mundo caminar como si fuera un pollo frito.
Pues esto es normal. Y no es que la dieta te haga “pasar hambre”, sino que el cerebro tiene un punto de ajuste acerca del peso que le parece saludable. Pero ese punto no es infalible, y puede estar por encima de tu peso ideal.
Es simplemente un punto de comodidad, donde tu cerebro se halla a gusto y acostumbrado, y si un día empiezas a reducir las calorías que consumes, tu cerebro se pondrá a la defensiva.
Y es que según su criterio, algo anda mal: no es normal perder tanto peso en tan poco tiempo.
Entonces comienza su mecanismo de defensa reduciendo los niveles de leptina (la hormona que nos hace sentir satisfechos), haciendo que tengamos más hambre para recuperar el peso que estamos perdiendo.
Claro: todo está en tu cerebro, pero el hambre que sientes es demasiado real. Por eso es que una dieta rápida y muy restrictiva que promete perder peso rápido, finalmente nunca será muy eficiente.
Tu cerebro cuida la energía
Nuestro cerebro gasta calorías permanentemente: sólo estar vivos implica un gasto energético. Aunque el día es cuando más calorías gastamos, incluso cuando dormimos estamos quemando calorías.
Toda la energía que usamos fuera de las horas de sueño (y sin contar el tiempo dedicado exclusivamente al ejercicio), tiene nombre de termogénesis no causada por ejercicio (TNCE). Estas son todas las calorías que quemamos en actividades cotidianas, desde la más sencilla a la más exigente.
Ir a la cocina a buscar agua, abrirle la puerta a un invitado, subir la escalera o hacer la cama son calorías quemadas por este tipo de termogénesis. Incluso estar inquietos (digamos, sentados pero moviendo una pierna) quema calorías.
Pues cuando bajamos de peso de forma drástica por una dieta, un mecanismo cerebral hace que reduzcas tu TNCE lo más posible: puede que no te des cuenta, pero te levantarás menos veces a abrir la puerta, puede que no hagas la cama o tal vez estés menos inquieto.
El cerebro cuida nuestra energía, así que puede que muchas calorías que perdiste con la dieta, las hallas recuperado haciendo menos movimientos comunes.
La solución
Tu cerebro no es un gran boicoteador que no quiere que quepas en esa prenda el próximo mes para tu gran fiesta. Él sólo se preocupa de que tu cuerpo se mantenga sano, y no cree que bajar muchos kilos en pocos días sea algo saludable para tu cuerpo.
Por eso ve de a poco: come frutas y vegetales, granos sin refinar y muchas proteínas. Que tu meta no sea bajar 5 kilos en un es, sino comer vegetales en todas las comidas durante un mes.
Puede que pierdas 5 kilos, o que solo pierdas 1. Pero no importa: si eres constante, tu cerebro te acompañará en el proceso. Y te ayudará a mantener el peso.