Se trata de una elefanta de 70 años que fue rescatada hace unos meses y pudo recibir amor y cuidado cómo nunca los tuvo y, lo más importante, conoció la libertad. Lamentablemente, Mae Mor murió hace algunos días.
Fue en un santuario en Tailandia llamado Burm & Emily’s Elephant Sanctuary, donde Mae fue cuidada con mucho amor y vivió en completa liberad y sin cadenas.
Los directores del lugar supieron de ella hace más de 4 años cuando Mae trabajaba en un campamento como elefante de paseo en el norte de Chiang Mai. El animal estaba con bajo peso y tenía un problema digestivo. En ese momento no pudieron obtener mucha información del propietario del lugar quien se mostró molesto cuando le pidieron información sobre quién era su dueño.
Según señalaron, en marzo de este año pudieron contactarlo. Sus dueños eran profesores y se excusaron que les faltaba tiempo para cuidarla y, además, se encontraba lejos en el campamento.
Ellos dijeron que “estarían felices si se la llevaban para que no trabajara más y pudiera recibir el amor y el cuidado que requería. Mae Mor estaba vieja y demasiado débil como para seguir trabajando y la habían encadenado en un campo bajo pleno sol. Mae Mor tenía unos 70 años y estaba bajo peso, casi desnutrida; tenía sus dientes muy gastados, y su cuerpo estaba lleno de abscesos y llagas entre otros problemas”. Ella nunca debió haber sido explotada de ese modo.
Sus últimos días
Posteriormente, desde el santuario indicaron que a partir del 8 de agosto, Mae comenzó a debilitarse más. Luego de 12 días en ese estado y después de muchas consultas con los veterinarios, decidieron hacer cambios en el tratamiento para que pudiera tener una mejor calidad de vida y reducir sus niveles de estrés.
“Empezábamos temprano y terminábamos muy tarde. Le hacíamos terapia fluida y le dimos sus remedios a primera hora del día. Luego, la dejábamos libre para que pudiera caminar y explorar. Ya en las tardes, la regresábamos para hacerle su terapia de fluidos, darle sus medicamentos y otros tratamientos. Increíblemente su cuerpo empezó a responder bien y su riñón reaccionó por fin. De hecho, ella comenzó a intentar comer de nuevo. Pero finalmente, tuvo que partir“.
Una de las cuidadoras del santurario escribió una emotiva despedida:“Si el amor la hubiera podido salvar, Mae Mor habría vivido para siempre“.
Sus ganas de vivir sorprendió mucho a los veterinarios que la atendieron, algo que no habían visto nunca antes.
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