Una nueva teoría propone que la efectividad del uso de la mascarilla o cubreboca va más allá de filtrar las partículas del virus que ha generado la pandemia.
A principios de abril se comenzaron a usar los cubrebocas para disminuir los contagios en los países asiáticos que fueron afectados en una primera instancia por el COVID-19.
La OMS recomendó su uso en espacios públicos. Hoy la evidencia dice que los cubrebocas son eficientes para evitar que personas enfermas, y principalmente asintomáticas, expulsen gotículas del virus al hablar, toser o estornudar. Además son efectivos para que personas sanas filtren el aire que respiran.
Pero una nueva teoría dice que las mascarillas servirían para mucho más que para frenar las partículas del virus que hoy nos aqueja.
El uso universal de las mascarillas sería una forma rudimentaria de inmunizar a la población según los científicos de la Universidad de California. Esto se conocería como variolación:
“Es posible que uno de los pilares del control de la pandemia de Covid-19, el enmascaramiento facial universal, pueda ayudar a reducir la gravedad de la enfermedad y garantizar que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas.
Si se confirma esta hipótesis, el uso universal de mascarillas podría convertirse en una forma de «variolación» que generaría inmunidad y, por lo tanto, ralentizaría la propagación del virus en los Estados Unidos y otros lugares, mientras esperamos una vacuna”, explicaron en un comentario científico publicado el 8 de septiembre en The New England Journal of Medicine.
Pero, ¿qué es la variolación?
La primera vacuna que provocó una respuesta inmune contra la viruela fue utilizada en 1796, pero antes de eso la variolación fue la forma arriesgada de inmunizar a un grupo de personas.
La técnica consistía en frotar costras o pus de la viruela en la piel de alguien sano, la que provocaba una enfermedad más benigna que la que se daba por contagio como tal.
“La variolación era un proceso mediante el cual las personas susceptibles a la viruela eran inoculadas con material extraído de una vesícula de una persona con viruela, con la intención de provocar una infección leve y la consiguiente inmunidad. La variolación se practicó solo hasta la introducción de la vacuna contra el virus variola, que finalmente erradicó la viruela”, explican los autores del comentario científico.
Inmunidad mediante cubrebocas
Si la exposición al virus es proporcional a la gravedad de la enfermedad, demostrada en otras enfermedades virales en experimentos con hámsters como el SARS-CoV-2–, los cubrebocas aportarían dos tipos de protección:
disminuirían la probabilidad de infectarse y de producirse la enfermedad, esta se manifestaría de una forma menos grave o asintomática comparada con el contagio típico del virus.
Fue un experimento con hámsters sirios el que recreó el uso del cubrebocas y obtuvo evidencia a partir de la observación para lanzar esta hipótesis: “Con el enmascaramiento simulado, los hámsters tenían menos probabilidades de infectarse y, si se infectaban, eran asintomáticos o tenían síntomas más leves que los hámsters sin cubrebocas” dicen los autores que apuestan por la teoría.
Lo cierto es que se necesitan más estudios, pero usar las mascarillas hoy es de vital importancia para frenar los contagios.