“Veía que todo iba a terminar de golpe y que todos morirían si no me arrancaba los ojos” señaló.
Kaylee Muthart tuvo una alucinación mientras estaba drogada y sintió el impulso de “sacrificarse” luego de recibir “la señal”.
De esto ya han pasado varios días. Kaylee tuvo una fuerte alucinación que hizo que se arrancara sus propios ojos y sin anestesia.
Hoy se debe adaptar a no poder ver nunca más y contó qué fue lo que ocurrió para que dejara de ser una alumna ejemplar y volverse una drogadicta.
Kaylee tiene 20 años y fue a comienzos de febrero cuando fue encontraron cerca de una iglesia en Anderson, Carolina del Sur, con la cara ensangrentadas y con sus ojos destruidos.
Recientemente se había iniciado en el consumo de las drogas y terminaría en ése terrible desenlace. Lo primero que hizo fue abandonar el colegio por “problemas de salud, una arritmia cardíaca“. Luego con mucho tiempo libre disponible, comenzó a consumir marihuana, ya que pensó que era una droga más natural.
Pero un día piensa que fumó marihuana pura sino mezclada algún otro tipo de estimulante como cocaína y eso la hizo sentir muy cerca de Dios.
Luego terminó con su novio y todo empezaba a desmoronarse. Busca una forma de evadir los problemas y decidió intentar probar la metanfetamina con alguien que conocía. Las sensaciones que experimentó nunca las había sentido. No durmió en tres días y alucinó de todo.
Luego vino el éxtasis, droga que usó exclusivamente por unos meses. Pero la metanfetamina era más fuerte y se convirtió en su adicción. Siempre guardaba en sus bolsillos para cuando dejara de alucinar.
Todo esto la hizo alejarse de su familia. Su madre insistía que debía ir a rehabilitación, pero ella se oponía, por lo que el distanciamiento se dio por mucho tiempo.
Finalmente, llegó el día en que todo cambiaría radicalmente. Había aumentado la dosis normal de metanfetaminas que consumía y el estado en que quedó la hizo vagar por las líneas del tren hasta llegar cerca de una iglesia. A pesar de ser las 10 de la mañana, cuenta que veía todo oscuro. Vio “un pájaro blanco sobre un poste” y eso la hizo creer que debía haber un sacrificio para salvar al mundo.
Dice que recuerda que se arrodilló, golpeó el suelo y se preguntó : “¿Por qué yo? ¿Por qué debo ser yo quién lo haga?”. Creía que faltaba una señal divina para terminar por convencerse, cuando en ese instante pasó el dueño de la casa donde ella estaba viviendo y que, más encima, tenía un nombre biblíco, y le habló “Se me cerró la puerta de la casa. ¿Tienes la llave?”.
Ella interpretó que esa era la señal que buscaba y sin pensarlo más, metió sus dedos en los ojos, los agarró, giró y arrancó. Dice que estaba tan drogada que no sentía dolor.
Un pastor de la iglesia cercana junto a otros hombres la encontraron gritando “¡Quiero ver la luz!” y la llevaron de urgencia al Greenville Memorial Hospital.
En ese intertanto, su madre había conseguido el permiso para pdoer internarla en un centro de rehabilitación cuando se dispuso a salir a buscarla, pero ya era demasiado tarde. A esa hora, su hija estaba en un pabellón donde los médicos intentaban retirar el resto de lo que quedaba de sus ojos, buscar salvar los nervios y evitar una infección.
“Desperté después de dos días. Aún tenía restos de las drogas y estaba sedada, pero aún así, recordaba todo. No podía ver, pero escuché a mi mamá a mi lado y supe que estaría bien”.
Hoy dice que no volverá a consumir ningún tipo de droga y aceptó ser trasladada a un centro psiquiátrico donde diagnosticaron trastorno bipolar.
Puede salir a visitar a su madre y está aprendiendo a aceptar su nueva vida sin poder ver. Ahora debe tocar todo para reconocer su entorno. A pesar de su condición, asegura que su vida es mejor que antes.